Enclavado en la entrada del Parque «José Batlle y Ordóñez» (cuyo anterior nombre era el de Parque de los Aliados), cerca del Obelisco de los Constituyentes, y próximo a la actual terminal Tres Cruces de buses internacionales e interdepartamentales de la capital uruguaya, en una de las zonas más resplandecientes y alegres de nuestra ciudad, con sus verdes frondas emparradas, se encuentra el Hospital de Niños Pereyra Rossell.
Hacia el año 1956 funcionaba en el nosocomio un Club infantil llamado «El Ceibo», que supo llevar aliento y solaz a tantas tiernas vidas hospitalizadas allí.

Izq.: «El teatrillo de títeres combina la educación con el entretenimiento». Der.: Como atraídos por el llamado de la flauta mágica de la fábula, los socios del Club se agrupam para escuchar relatos y leyendas».
La idea la desarrolló Zelmar Urgal, un idealista que llegó al magisterio por vocación natural y concibió el plan de dar andamiento a una reiteración positiva de lo que la vida puede ser para los niños aún en un hospital; un concepto nuevo, luminoso, de la hermosura y del sentido humano de tanta pequeña vida detenida, y despojada de su parte en el reparto de los panes y los peces.

Izq.: «Todos pueden entretenerse con juegos apropiados y sencillos»,. Der.: «Pero a veces los entretenimientos del Club no resultan suficientemente excitantes y es necesario inventar nuevas distracciones».
¡Los niños hospitalizados están riendo, asistiendo desde sus camitas a una función de cinematógrafo, escuchando una audición radial, o pintando, o sumergidos en el mundo dorado de Andersen y Perrault!
La hermosa nomenclatura del club, «El Ceibo» (árbol y flor nacional del Uruguay), fue adoptada por los propios chicos por votación popular, tenia su propia tarjeta que acreditaba a los internados como socio. Supo tener una biblioteca bien surtida, teatro y una estación de radio propios. Allí asistían a funciones de títeres, podían escuchar su música favorita, podían coser, pintar, leer las más hermosas narraciones o ver personalmente a los actores y entretenimientos más populares de Montevideo, que iban a actuar a el escenario, en un espléndido pabellón, dando un excelente ejemplo que a todos los integrantes de la farándula de los espectáculos les convendría seguir.

Los estudios de Radio Esperanza en plena labor mientras se irradia el programa de miércoles y viernes: «La hora de los niños».
Quienes están inhabilitados para abandonar sus camitas (imposible no sentir un estremecimiento ante el recuerdo dramático de las desesperanzadas víctimas de la pavorosa leucemia), la emisora de «El Ceibo», Radio Esperanza, que nació mucho antes que el club y tenía su propio y lindísimo estudio, llevaba día a día por sus «ondas», programas de instrucción y esparcimiento que hacían más llevaderas esas horas amargas decretadas por la adversidad.
«El Ceibo» supo proporcionar sus beneficios a 200 niños, con la orientación del mencionado Zelmar Urgal, Nelly Fernández, Luis Donadini, María E. O. de Zerillo, Margarita Courtoisie, Alicia Cardozo, Marta Sáenz, Susana Drets, Sra. de Monserrat, Ivonne Gómez Ala, Rolita Machado de Fernández, Celia Cabral, Gloria Levy, Ruben Catalurda, Ema Gómez, y muchos otros colaboradores, que de un modo u otro aportaron con su esfuerzo muestra de su interminable sensibilidad.
Fuente:
«Un club infantil que propugna la esperanza». J. R. Cravea. Suplemento Dominical del diario «El Día», 20 de mayo de 1956, Montevideo, Uruguay.