Todas las semanas hay tantos inventos en la Radio que no se pueden registrar todas las novedades de la semana.
Entre los últimos hallazgos está el de la lámpara rosa, gracias a la cual pueden oírse las ilusiones y recibir en los auriculares—aún no se ha conseguido oírlas en altavoz—la confidencial noción.
Otro sabio ha observado que las lámparas dialogan, y trata de recoger esos secretos que se dicen. Ya nos había parecido a nosotros al pasar en la alta noche por delante de esos escaparates en que hay numerosos aparatos y altavoces, que en esa hora los aparatos parlantes hablaban entre sí con personalidad propia.
Mr. Walter, el inventor de la mesilla de noche musical, ha logrado oír los espejos.
Hace ya mucho tiempo que sólo le preocupaba sonsacar a los espejos lo que oyeron, y que, según él, estaba circunscrito en lo que vieron, pues al no retener la imagen retuvieron la palabra del pasado.
Al fin, Mr. Walter ha logrado interpretar los espejos y reproducir lo que oyeron con más atención, guardándolo en el rayado sutil de sus lunas.
Declaraciones amorosas, proposiciones de negocios, conspiraciones, etc., etc., han sido resucitadas gracias al aparato revelador de los espejos.
Se ha oído un diálogo de don Mendo con doña Mencia en el castillo de Orlando, en el cual preguntaba don Mendo: «¿Has preparado ya el té de orégano de las cinco?»
Lo cual demuestra que en aquellos tiempos no se conocía el té chino.
Por fin, el último invento de la semana ha sido el del alemán Koping, que ha logrado inventar las ondas silenciadoras, enviando siseos al aparato emisor, cuando lo que se emite es un poco flojo.
Viene el aparato del señor Koping a solucionar ese deseo de intervención que tiene el radioescucha cuando el programa ha decaído.
El «silenciador» logrará demostrar la opinión pública cuando algún orador se aprovecho de la imposibilidad de intervenir que maniataba al escuchante.
El «silenciador» habrá que usarlo con prudencia, porque varios en funciones apagarán la audición recriminada.
El ansia de comunicación y respuesta que sentía el público podrá desahogarse ahora en que ya no son ciegos, mudos e inválidos los que escuchan.
Hay que felicitar al autor del «silenciador práctico» por su buen gusto en no buscar la máquina de los silbidos o pateos, contentándose sólo con la que lanza siseos, aunque él mismo advierte que cuando esté muy generalizado el empleo de su aparato habrá verdaderas tempestades de siseos, que apagarán las lámparas como el aire de un ciclón.
Los que han oído lejos la comunicación del nuevo aparato dicen que es imponente el sentido de ese chisteo, que parece el de la Providencia, que con mi dedo en los labios impone silencio para que dejen dormir a sus niños.
Los que sin conocer del invento del sabio alemán hayan oído la imposición de silencio emergida de las sombras, deben haberse quedado sobrecogidos, pues parece que lo que quiere descansar en las fuerzas secretas de la naturaleza protesta del ruido sutil que oye.
Ondas, en forma de ese líquido, son las que proyecta el nuevo reflector, introduciéndose en los aparatos con adormilamiento de los mismos.
Ramón Gómez de la Serna
(Ilustraciones del escritor).
Fuentes:
- Revista «Ondas», Madrid, España, 23 de octubre de 1927.
- Ramón Gómez de la Serna, su biografía; entrada en Wikipedia