Don Fermín es el protagonista de esta composición musical de tono humorístico, de temática y acento criollo, perteneciente al escritor, músico y payador uruguayo Abel Soria. Está incluido en el disco «Canciones de Risa Adentro», editado por el sello «Sondor», de Uruguay, en 1980.
Don Fermín prendió el caballo de un charret medio viejote y enderezó trote y trote rumbo a San José de Mayo.
Llevaba un nudo en el payo de nervios y timideces,
porque muy contadas veces salía de la campaña, lo cual era gran hazaña para comentar varios meses.Ni p’al Dia de Difuntos solía llegar al poblao.
Pero esta vez fue cinchado por varios motivos juntos.Por compras y por asuntos de un expediente perdido.
Pa’ tratarse de un oído que tenía medio tapau, y apuntar en el juzgado a un gurí recién nacido.
Desde el Paso Laurel Chico, vió la torre de microonda, con sus pantallas redondas y sus cien metros y pico.
Sin querer frunció el hocico de un chiflido novelero. Y exclamó a todo garguero con un soplido a lo fragua: «¡Si esto es un molino de agua, cómo será el bebedero!».
Después, mudo como una hache con la vista siempre en alto, fue dentrándose al asfalto sin esquivar ningún bache.
Reventó más de un remache del charret que era su orgullo. A un rayo lo hizo casullo y otros cuantos dejó flojos. ¡Pero no quitó los ojos de semejante mangrullo!.
Y al no saber p’a qué pucha tal goyete serviría, se lo indagó a un policía cuya ciencia no era mucha. Mas, como persona ducha, le explicó el señor agente, que aquella torre imponente, de dimensiones sin par, era pa’ poder hablar telefonísticamente.
Quedó tan estremecido y asombrado el pobre hombre, que llegó a olvidar el nombre del gurí recién nacido.
Por eso, al ser atendido por la gente del Juzgado, no supo si era Conrado, Segismundo, Gloriceo, Juan, Marcos, Lucas, Mateo, Vladimiro, Ladislao.
-«Como el mate no funciona, por más esfuerzos que hago, tendré que ir hasta mi pago para consultar a mi patrona».
-«Pero, en vez de ir en persona, ¡por qué no telefonea!».
-«Eso es una buena idea, Señor Juez; pero no puedo, pues la altura me da miedo, me relaja y me marea. Aunque soy capaz sin yerro, de manipular el tubo, yo a la torre no me subo ni que me chumben los perros.
Por no treparme a esos fierros, estribando en cada tuerca, y antes que una cosa puerca le suceda a mi organismo, voy a mi pago yo mismo, que es más seguro y más cerca».