«El Arbolito ‘Musiquero'». (Horacio F. Nigro, Uruguay, 1923).

Mi padre, Don Horacio Fernando Nigro, (Durazno, Uruguay, 1923), ha sido, es aún, a sus 97 años, un hombre de frondosa vida interior, nutrida por vivencias, impresiones vitales y visuales, nacidas y crecidas desde su Durazno natal, tierra del centro geográfico del Uruguay, con su rio Yí.

Desplegadas a través de una ristra de años vividos intensamente, a fines de los Cuarenta recaló en Montevideo,  para enseguida ver morir a sus padres, desafiarse y sostenerse y sostener el cuidado de sus hermanos menores y forjar su profesión de restaurador de arte y con ese basamento, formar dos familias, con dos sucesivas esposas y su mundo material.

Lector de libros hasta en los tranvías, escritor de poesías y versos, cultor del Pacifismo activo militante de esta causa en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Americanista apasionado y activo, cultor de las etnias y culturas indoamericanas, profesor de danzas folklóricas «por la camiseta», en asociaciones, grupos y escuelas. Siete oficios, mi admirado padre.

Hoy, lo vemos que conversa más hacia sus adentros, pero antes de zambullirse en sus interioridades, y navegar en esas aguas profundas de sus memorias, antes de que silenciara casi totalmente su cotidiana conversación familiar, nos dejó esta anécdota de juventud, seguramente aderezada con su imaginación, que resumió en breve relato.

Fue oportunamente presentado, hace diez años ya, en un concurso radiofónico de escritores amateur del una emiosra del dial montevideano, sin merecer postrer premio ni destaque.

Y esa acción, «tragó» ese texto, en las nieblas del limbo.

Pero me resisto a que quede oculto, recluso, en un cajón, o diskette, o dvd, atrapado por las rejas carceleras devenidas en la fría y lapidaria frase «los originales pasan a a ser propiedad de los organizadores de este concurso…».

Aquí está, su «Arbolito Musiquero». Un relato auténtico, vivido en su juventud, ya radicado en Montevideo, de una excursión de pesca al Río Santa Lucía con entrañables personajes y un final «musiquero».

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